PERSONAJES

    Quiero inagurar esta pagina con una  biografia de la que fue posiblemente, la primera mujer que estuvo en las filas de la Legion.
"LA PEQUE"

    Se llamaba Josefa Valdivia , pero todos la llamaban , “La Peque”.

   Todavía recuerdo la primera vez que la vi. Ella estaba en la puerta de la 1ª Cia. y yo me encontraba en la de la 5ª, a unos cincuenta metros. Al mirar en su dirección, vi una figura pequeña, casi diminuta, vestida con un chándal rosa y un pañuelo en la cabeza. En aquella ocasión la tomé por la hija de algún mando que la hubiera llevado de visita. Cierto que me extrañó un poco el detalle del pañuelo, pero muchos de mis compañeros estaban casados con musulmanas, así que lo achaque a un motivo religioso.

   Cuando por fin le vi la cara, fue en la Cantina. La impresión que me causó fue demoledora, pero al menos tengo la virtud de reaccionar rápido, no como el compañero que venía conmigo y que se quedó mirando con cara de alelado, hasta que un veterano que paso por detrás suya le propino un cogotazo, al tiempo que le decía “Tira pa’lante, cojones…”. Realmente era para quedarse un poco pasmado, al menos la primera vez que la veías y además en aquellas circunstancias.

   Poneros en nuestro caso. Tú has visto alguna vez, de lejos, a una persona, de aproximadamente un metro veinte de altura, y unos treinta kilos de peso, vestida con un chándal rosa de niña, con un pañuelo en la cabeza y dentro de un cuartel de La Legión. Lo que tú has podido pensar es que es una cría de visita con su padre, y de pronto te la encuentras en la Cantina, sentada en una silla de esas blancas de plástico, con las piernas colgando porque no llega al suelo, con un botellín de Cruzcampo en la mesa y liándose un porro. Y al verle la cara, te das cuenta de que no le caben más arrugas… ¿Cómo os quedaríais?

   Nunca supe la historia real de esta mujer, solamente tuve la certeza de que era la persona que más tiempo llevaba tanto en La Legión como en la IV Bandera. Había muchos rumores aunque el más aceptado era que había llegado al Tercio casi cuando se fundo, ocupando el puesto de cantinera. Con el tiempo, esta figura desapareció y decían algunos que pasó a regentar un burdel, o al menos a actuar como intermediaria entre los “legias” y las chicas. Como ya he comentado en otra ocasión, a veces los legionarios pasaban meses sin bajar a Ceuta, y las mujeres no subían solas hasta el cuartel, así que alguien se encargaba de bajar, concertar, subir, etc… Algunos llegaron a decir que había sido amante del Teniente Coronel Millán Astray, pero eso es algo que nadie puede asegurar.
     Cuando yo llegué al Tercio, La Peque estaba ya muy mayor, e incapacitada para vivir sola. Hasta hacía poco tiempo había estado habitando una casita a las afueras del Acuartelamiento pero una grave enfermedad dejó claro que necesitaba atención continua, por lo que fue trasladada y alojada en la furrielería de la 1ª Cia. quedando el Cabo furriel encargado de cuidarla, lo cual no era nada fácil debido al genio de la interesada
   Como ya he comentado, la Peque tenía una gran afición a la cerveza, concretamente a la Cruzcampo, y a los Ducados, aficiones que le permitieron llegar a la provecta edad de noventa y varios años en plena posesión de sus facultades mentales, aunque en las físicas se le notaban.

   No era extraño verla salir del bar de Suboficiales y cruzar tambaleándose el patio –unos ciento diez o ciento veinte metros- en dirección a la cantina de tropa o a la 1ª Cia. que estaba al lado. Durante ese peligroso periplo los cuarteleros estaban pendientes de ella, ya que no era inusual verla emular al Sumo Pontífice y arrodillarse para besar el suelo. Cuando esto ocurría, los más cercanos –y también los más alejados- así como cualquiera que pasara por la zona, salían corriendo para socorrerla, recibiendo a cambio los parabienes de esta distinguida señora “¡Soltadme, hijos de puta. Cabrones. Me cago en vuestra puta madre. Maricones!”. En cierta ocasión llegó a caerse doce veces durante el recorrido. Eso si que era un vía crucis, y no el que hizo Jesucristo, que sólo se cayó tres veces.

   A los “legías” que ya llevaban más tiempo, les gustaba picarla un poco, y creo que eso le venía bien, porque le ayudaba a estimular la circulación. En cierta ocasión en que se encontraba en la Cantina, con su inefable botellín al lado, un legionario que pasó por el lado le dijo “Peque, cada día estas más vieja, jodia’”. Tuvo el tiempo justo para agacharse y esquivar el botellín que paso rozándole el chapiri, y se estrello al otro lado de la barra.

   Si bien los años le quitaron a la Peque movilidad, no pudieron hacer nada con su carácter. Cuando llegaba algún Teniente destinado a su Compañía, y se encontraba con esta mujer, flipaban. Uno preguntó que detallito podía tener con ella, ya que realmente era una institución en el Tercio, y el Cabo furriel le contestó que a la Peque le encantaba el queso. Al día siguiente llegó ese Teniente con su queso holandés bajo el brazo y se dirigió tan campante a la Peque. “Mira Peque, esto es para ti, que me han dicho que te gusta mucho el queso.” La reacción de la susodicha fue la esperada, la esperada por el cabrón del Cabo furriel, claro. “Vete a tomar por el culo, gilipollas. Pedazo de cabrón. El queso te lo metes por el culo…” Y se metió en la furrielería dando un portazo. El Oficial quedó totalmente cortado y sin saber que hacer, entonces el Cabo se le acercó y le dijo:

   - Mi Teniente, ¿quiere usted que la Peque se quede el queso?
   - Claro, para eso se lo he traído.
   - Entonces deje usted el queso ahí, sobre la mesa y suba las escaleras. –Así lo hizo este hombre y entonces el Cabo llamó a la puerta de la “furri”. Cuando la Peque se asomó, le dijo:
   - Peque, mira lo que se ha dejado el Teniente ahí.
   La mujer vio el queso y lo cogió corriendo, metiéndose de nuevo dentro del almacén con su botín escondido bajo los brazos.

   Pero los tiempos, y las personas, cambian. El Cabo furriel se casó, y se marcho a vivir a Ceuta. Los legionarios nuevos no querían hacerse cargo de la mujer, y los entiendo. Uno no se alista al Tercio para lavar a una mujer de noventa y tantos años. A todo esto se añadió una enfermedad que obligó a ingresar a la Peque en el Hospital Militar de Ceuta –no en vano ostentaba el empleo de Cabo 1º. No me preguntéis cómo porque no lo sé, lo único que puedo suponer es que fue un regalo de Millán Astray para que le quedara una paga-, pero eso sí, acompañada por un legionario que fue ingresado en su misma habitación por “síndrome gripal”.

   Si esto fuese un cuento, diría que la Peque se recuperó de su enfermedad y que volvió a su IV Bandera, donde todavía sigue rodeada de sus legionarios, pero esto es la vida real. He dicho que los tiempos cambian,  y alguien estimó que no procedía el que una mujer viviese en un cuartel de la Legión, así que La Peque fue ingresada en un residencia de ancianos, donde falleció poco después, creo yo que de nostalgia.

   A su muerte se le rindió un último homenaje reservado a muy pocos: Ser enterrada en la Fosa Legionaria del cementerio de Ceuta, y que hacía más de treinta años que no se abría. Así esta singular mujer podrá pasar la eternidad rodeada de los suyos. Rodeada por esos legionarios a los que quiso y adoptó como su familia, hasta el punto que cuando la Bandera salía de maniobras, ella llegaba a caer enferma de pena, recuperándose solamente cuando veía a los camiones regresar, cruzando la barrera de la puerta principal.

   No sé si los legionarios actuales sabrán quien fue, pero sí sé que aquellos que la conocimos no la olvidaremos nunca, porque fue parte de La Legión hasta el final.

 Este relato esta sacado de un foro de internet, habiendo  sufrido algunas modificaciones para publicarlo en nuestra pagina . Desde aqui quiero agradecer a "JAVI" , ya que no consigo contactar con el, que nos haga llegar relatos como este.